dimecres, 17 d’octubre del 2012

Felix Baumgartner salta en paracaigudes


Decía Douglas Adams en su impagable Guía del autoestopista galácticoque volar era un arte fácil, que solo requería una habilidad: aprender a arrojarse contra el suelo… y fallar. El domingo, Félix Baumgartnerconsiguió aplicar esa receta al menos durante 10 interminables minutos. Voló mucho más alto y más rápido que cualquier avión comercial, protegido solo por un traje a presión similar al de un astronauta. Con ello consiguió batir dos de las tres marcas que se había propuesto: salto desde máxima altura y máxima velocidad de caída; el tercero (máximo tiempo en caída libre) no pudo ser y sigue en poder de Joseph Kittinger, quien lo estableció allá por el año 1960.
Pese a las muchas precauciones adoptadas, el salto revestía serio peligro. A todos los efectos, cuando Baumgartner abrió la puerta de su cápsula estaba en Marte: presión inferior a una centésima de atmósfera. Temperatura de 20 grados bajo cero. Y una intensa radiación ultravioleta del Sol, ya que buena parte de la protectora capa de ozono quedaba ya por debajo de sus pies.

En el vacío virtual de la alta atmósfera, sin apenas aire que frenase su caída, Baumgartner aceleró continuamente hasta alcanzar los casi 1.350 km/h después de caer los primeros 10.000 metros en unos 40 segundos. A esa altura (unos 30 kilómetros), el sonido viaja algo más despacio que al nivel del mar, o sea que oficialmente puede decirse que esa velocidad corresponde a 1.24 Mach.Su única protección era la escafandra, similar a las que utilizan los astronautas en sus paseos espaciales o los pilotos de aviones de gran altitud como el U-2 o el SR-71. El visor, muy tintado, le protegía no solo del ultravioleta, sino también del rozamiento del aire.

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